domingo, 24 de enero de 2010

El Ciripolen


Felicitando a un amigo que acaba de adentrarse un año más en la cuarentena, me he acordado de las virtudes curativas de un olvidado producto, el Ciripolen. Y puestos a la obra: he introducido la búsqueda en google, y ahí está, se sigue fabricando, levantando ánimos y poniendo como un toro a todo aquel que renuncie a los productos de las farmaceúticas y se atreva con los productos naturales de las Hurdes extemeñas.
 Cuando el producto salió, y le hicieron la promoción en televisión, allí estaba el sanote campesino Cirilo. Este agricultor extremeño, que había trabajado de taxista, temporero y otras cosas que no logro recordar, al sentir unos fuertes dolores y no disponer de servicio médico cercano, echó mano de un viejo remedio de su progenitor, que al parecer le había permitido engendrar dieciséis hijos: leche, miel, polen y algún licor e hierbas de la tierra, vigorizantes en todos los sentidos.
 Lo cierto es que el tema trajo cachondeo, pero eso era porque uno era adolescente y pensaba que no lo necesitaba ni lo iba a necesitar nunca. La principal señal de que se le tomaron bastante en serio es que el producto se vendió como las rosquillas, y se sigue fabricando veintitantos años después. Pues menos mal, piensa uno. Porque la edad va dejándose caer, y uno no sabe si es cosa de la kryptonita que le echan a los cereales, o puro desgaste. Pero se ve inminente el comienzo del declive, y maldita la gracia.
 Así que mucho Tauritón, Viagra o revital. O productos orientales. O polvo de cuerno de narval, o de huesos de tigre. O rezos a la virgen en Lourdes. La peregrinación, a Las Hurdes a ver a nuestro amigo Cirilo Marcos, donde uno va decaido y sale como un adolescente, viva lo auténtico, rechace imitaciones.